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Jaime Castro, de 58 años, trabaja todas las mañanas la tierra de una pequeña huerta para luego poder cultivar papa, remolacha y zanahoria, entre otros productos. La reducida parcela está ubicada en el Centro de Atención en Drogadicción del hospital Santa Clara y su trabajo hace parte de las actividades programadas para su rehabilitación, como consumidor de sustancias psicoactivas.

A este lugar llegó hace casi cuatro meses tras un paso de muchos años por el intervenido sector del Bronx, que le significaron perder sus hijos, amigos y demás seres queridos. "Toqué fondo en el Bronx, viví unas experiencias muy desagradables por el consumo de drogas, ahora pienso en el daño que le hice a muchas personas y me arrepiento. Sembrar y recoger es volver a vivir, esta es mi vida", cuenta Jaime.

Pero tal vez lo que más motivó a Carlos a rehabilitarse fue pensar en que podía recuperar a sus tres hijos Liliana, María del Pilar y Nicolás, a quienes, según él, les destrozó el alma con sus comportamientos. "Los quiero mucho y su papá fue un adicto, pero hoy en día tengo la fortaleza y les voy a demostrar con hechos que su papá es otra persona", aseguró Jaime.

Por su parte, Laura Torres Ortiz, Terapeuta Ocupacional en el Centro de Atención en Drogadicción del hospital Santa Clara, encargada de que Jaime y otras 40 personas culminen sus procesos de rehabilitación, afirma que "el paciente es el único que decide si quiere cambiar, el trabajo es efectivo cuando ellos deciden dar ese paso, dejar las drogas y cambiar su estilo de vida".

El coordinador del mismo centro, Luis Eduardo Correa, explica que mensualmente reciben pacientes con consumos crónicos de sustancias psicoactivas, pacientes con enfermedades de alto riesgo y con trastornos mentales. "Para las personas que tienen problemas con drogas, los tratamientos pueden durar hasta un año o más, dependiendo de la evaluación de cada una".

De esta manera, los habitantes de calle, que son recibidos con los brazos abiertos en el Centro de Atención en Drogadicción del hospital Santa Clara, siembran esperanzas de vida, con la ilusión de que la sociedad les dé una nueva oportunidad.